Nostalgia
Dicen que cuando vivís en el presente, vivís más tranquilo.
Porque si no, mirás
ese futuro que no podés anticipar, y la ansiedad te carcome las entrañas.
O
mirás el pasado y te genera la nostalgia de aquellos tiempos supuestamente
mejores.
Pero a veces, en el presente, la nostalgia juega a disfrazarse.
Suelen
ser muy sutiles y creativos, lo suficientemente engañosos para que no nos demos
cuenta de que está detrás.
A veces se disfraza de personaje de una serie que
miramos distraídamente y vuelven los juegos de la infancia y aquellos seres
queridos se asoman en la cara de un actor que nos saluda desde el pasado,
Otras
veces adopta el disfraz de una melodía, y nos transporta a aquella primera
canción que, sin saberlo, nos transformó en adolescentes acalorados en aquel
baile de secundaria, donde descubrimos la inocencia del primer amor, del primer
beso.
Otras veces se disfraza de olores.
El olor del puchero de la vieja.
Del
asado del abuelo.
Y otras simplemente se camufla en una flor, que busca el sol y
perfuma el patio.
O espía, recostada en una luna brillante llevándonos a esas
caminatas por la playa y el ruido del mar ronroneando a nuestros pies.
Pero su
disfraz preferido, es en la lluvia que cae en un día gris y monótono.
Se queda
allí, al acecho. Una gota que cae pausada, implacablemente.
Ese día, decide
reclamar su triunfo, deja caer el disfraz y finalmente, la gota se transforma en
una lágrima en tu mejilla.