Pelota de trapo
El día había amanecido
con una leve llovizna y cuando se juntaron en la sede de la organización, las
ropas de Alicia y Roberto ya se habian humedecido.
El recorrido con
cantos, bombos y banderas se hizo eterno, pero con un clima de lucha que tomaba
cada cuerpo que se apretujaba y saltaba en el micro.
Al llegar a la nueve de
julio, el amontonamiento de los
colectivos llegaba hasta el obelisco. Una marea humana los rodeaba. Algunos
autos pasaban como ignorando lo que ocurría, ignorando esa vida que los
atravesaba indefectiblemente.
Se bajaron y caminaron
hasta el punto de reunión con los compañeros del resto de organizaciones
sociales que se iban uniendo como un gran rompecabezas, donde cada pieza
representaba un movimiento, una lucha, un derecho por pelear.
La cantidad de personas
se hizo incontable, una larga bandera con los principales dirigentes parados al
frente, iniciaron la caravana por diagonal norte. Las banderas ondeaban, los
cantos con las consignas fuertes y claras sonaban en el aire y el paso de todos
marcaba la firmeza de las convicciones que los movían.
Cuando llegaron a la
plaza, acamparon y cortaron la avenida de mayo para demostrarle al gobierno que
habían ganado las calles y que iban a resistir.
En el palco los
oradores arengaban a la muchedumbre.
Mientras tanto, un grupo de compañeros se
alejo un poco de la plaza y entre bromas y charlas, improvisaron dos arquitos
con unas mochilas. Compartian unas cervezas y se sentían mas fuertes.
Alicia esquivó el bollo
simil pelota que le pasó a un costado de la cara y se rio a carcajadas. El cansancio en su cuerpo la aplastaba un poco pero verlo tan infantil la calmaba.
- Ey, esta bueno jugar en la calle, ¿No? Le dijo Roberto a Alicia mientras corria detrás de la pelota improvisada de papeles, tela y medias como aquellas que pateaba en su infancia en Isleta, su pueblo natal.
Para Roberto era la
primera moviizacion importante.
Varios se largaron a
corretear con el bollo, sin distinción de genero, edad o creencia, había que
sacar el frio del cuerpo y de paso, divertirse un poco con los cumpas.
Alicia lo miraba a
Roberto y no podía creer que era el mismo chico con cara de nene que había
llegado del interior a estudiar Filosofía. Ahí estaba con su pelo largo, suelto,
cubierto con un gorro de lana azul y amarillo, otro vicio que ella le había
impuesto. la barba desordenada y la pechera del movimiento corrida por el
forcejeo amistoso de patear la pelota.
Apenas a unos metros,
otro grupo de compañeros había comenzado a preparar una olla popular. El hambre
que traían en el estómago y en el alma empezaba a clamar por alimento. Las
miradas de todos tenían esa mezcla de preocupación, ansiedad y decisión. La
cosa en el país estaba cada vez mas fulera, el laburo escaseaba, el que podía
disponer de un trabajo ganaba lo justo para llegar a fin de mes y la inflación
se comía las monedas.
Para ellos dos,
estudiantes hijos de trabajadores de clase media, sobrevivir en la capital se
les hacia cada dia mas difícil. Entre lo que le mandaban los padres y lo poco
que podían juntar con las changas que hacían, a duras penas pagaban la pension
y la comida.
Para Roberto, luchar
por cambiar la situación desde la actividad social se había convertido en
prioridad , aún cuando sus padres no estaban de acuerdo y se preocupaban por su
seguridad y su futuro en la carrera.
Alicia, desde la
secundaria se había unido al centro de estudiantes y en la facultad aumentó su
trabajo y compromiso participando en las organizaciones.
Cuando conoció a
Roberto, se dio cuenta que debía sumarse a su lucha y el , entre enamorado y sorprendido, rápidamente
fue uno mas.
EN la plaza, la
llovizna y el frio se hacía cada vez mas intenso. Los movimientos de las masas
tenían vida propia como un monstruo con brazos independientes.
Algunos correteaban la
pelota de trapo, otros iban y venían con los estandartes cantando consignas, el
grupo de la olla cantaba al son de una guitarra que apareció y rápidamente se entonaron
canciones conocidas por todos.
Los manifestantes de
las primeras líneas no paraban de saltar y corear el nombre del dirigente de
turno que, de espaldas a la casa de gobierno, seguía arengando a la multitud.
Pero los movimientos
mas ordenados, lentos y organizados venían de los uniformados que iban
incrementado su cantidad y ocupando posiciones estratégicas. Algunas personas
de civil que no formaban parte de las organizaciones sociales, sospechosamente se movían con la misma dinámica
que los uniformados, como si estuvieran ejecutando una danza oscura y
coordinada.
El anochecer empezaba a
caer y la oscuridad ganaba metro a metro los espacios, el nerviosismo se
palpaba entre la gente y el ambiente se ponía denso como el humo de las fogatas
que se prendían en algunas esquinas.
No se escuchó ninguna
orden, pero la precisión centesimal de la primer explosión, que nadie pudo
luego precisar donde fue, coincidió con la actiivacion del brazo uniformado del
monstruo.
Empezaron las corridas y el desorden de los
manifestantes que huían sin saber de que o de quien. El instinto de
preservación le ordenaba eso.
Se empezaron a escuchar
disparos que no se sabia de donde provenían, ni si eran proyectiles de goma o
plomo.
Ante la duda, todos corrian.
Dos tanques hidrantes
comenzaron a avanzar desde la 9 de julio en contramano por avenida de mayo y allí,
Alicia perdió de vista a Roberto. Lo llamo a los gritos pero la mezcla de
personas que corrian en sentidos contrarios rápidamente la arrastraron a un
lugar que ella no llegó a reconocer.
Su instinto la hizo
correr lo mas que pudo, cubriéndose de la lluvia que ahora era mas fuerte y le
impedía ver y reconocer a las personas que estaban mas cerca de ella.
Entre la multitud le
pareció ver el gorro azul y amarillo de Roberto, se acercó al sector donde
varias personas se apretujaban, arrinconados por un grupo de uniformados con las
armas disparando una y otra vez.
Cuando pudo llegar
hasta Roberto, su corazón latía muy rápido y lo sentía explotar. Alicia tenía
una mezcla de agitación, miedo y alegría de encontrarlo casi mágicamente.
Cuando Roberto la vió fue hacia ella, empujando a otras personas que trataban
de avanzar hacia la otra vereda.
El fogonazo del otro lado de la calle fue apenas
un destello entre la oscuridad, las fogatas y el desorden.
Roberto se fue
acercando hasta donde estaba Alicia. Cuando estaba a punto de abrazarlo, vio
como el tropezaba y caía de bruces a medio metro de ella. Alicia se tiro encima
de él, creyendo que había sido un movimiento fruto de la torpeza y la
oscuridad.
Cuando lo tuvo en sus
brazos, apoyó su cabeza contra su pecho y sintió un calor húmedo. Cuando la
separó para mirarlo, vio con horror que emanaba abundante sangre. Espesa, roja
oscura, tibia…. Alicia no entendía que pasaba hasta que empezó a escuchar los
gritos –Le dieron al compañero, le metieron bala al compañero!!!
Alguien a su derecha le
dijo – Tapale la herida, rápido o se desangra!
Ella metió la mano en
la mochila que Roberto aún tenia colgada en su espalda y solo encontró un bulto
de tela que sacó y apoyo con fuerza en la herida.
Unos pocos pero
interminables minutos mas tarde, llegó una ambulancia, donde lo subieron a
Roberto con la herida aun sangrando, cubierta con la pelota de trapo que horas
antes había empezado a patear en la avenida.
Camino al hospital, el
, con su sonrisa típica de chico de pueblo le dijo – Tranquila negri, esta
bueno jugar en la calle… Voy a zafar de esta…. Pero ahora ya lo saben… si
podemos jugar en la calle, es porque las calles son nuestras.

