Truco

 Se me apareció sentado frente a mí en la mesa.

No lo escuché llegar, ni sentarse.

Como siempre en realidad.

-Das vos. Dijo sin mediar otra palabra.

Ya no me asustaba su aparición ni su presencia ni su aspecto. Evidentemente se había tomado como algo personal mi futuro.

Las cartas que un segundo antes estaban semiordenadas para el solitario, ahora eran una sola pila listas para ser mezcladas.

-¿La apuesta? Le pregunté inocentemente

- La misma de siempre, no me vengas con boludeces.



- Epa, que humor. ¿Que pasó, no te pagaron los royalties de los Rollings? Lo pinché sabiendo que odiaba esa canción.

-Ah, estas en vivo hoy. Conoces bien la historia, te la conté en persona y sabes que su longevidad nada tiene que ver con esa canción ni otra simpatía por mí que nombren.

Pura lirica.

-Claro, preferís llevarte un cordero de esta manera, le dije señalando la mesa con las cartas listas.

Cada uno ya tenia enfrente tres cartas.

-Solo con vos, todavía dudo si sos un tipo de mucha suerte o si EL te está dando una mano vaya a saber él porqué.

-Ok, ok…¿a cuantos puntos? Contesté resignado mientras pensaba en todo lo que no había terminado de hacer en mi vida

-A una mano. Simple.

-Uf, que poco margen…

-Yo defino las reglas, asi que en vez de preguntar boludeces, respondeme: ¿tenés para el envido? Me dijo sin mirar las cartas. Canchero.

- No ha venido…le respondí jugueteando con los versos básicos. Yo miraba las mías e imaginaba mil estrategias.

Jugó un 3 de bastos, y yo decidí empardar con uno de copas.

-        Flojito de papeles? Me susurró con una sonrisa maligna y ese olor sulfuroso que emanaba.

-        Todo en regla, no seas desconfiado

Penso un rato y sin cambiar la expresión socarrona jugó un tres de espadas.

El aire se hizo aún mas pesado, el ambiente denso, las luces parpadeaban como si una mano invisible jugueteara con el interruptor.

El olor a azufre impregnaba cada vez mas el entorno de la mesa y el humo del cigarrillo cubría la jugada como un manto gris.

Miré mis cartas y con mi mejor cara de otro juego le dije:

-Truco a esa porquería… haciendo un esfuerzo sublime por no delatar mi jugada con ninguna expresión.

La carcajada retumbó en la casa y en el barrio.

Un gato negro saltó desde el tapial y corrió por el patio del vecino.

-¿Me querés correr, pelotudo? ¿Vos a MI me queres correr? gritó con la voz cada vez mas grave y la cara desfigurada mostrando ese monstruo al que ya me había acostumbrado a ver.

- Vos sabrás, ¿acaso no sabés todo? Dije temblando y desafiante. Sabia que estaba a su merced.

Su cara se transformó aun más, ahora el esfuerzo era no aterrorizarme y bancarme la que venía.

-Quiero! Me dijo mientras se paraba y sacaba algo brillante del bolsillo, seguro del resultado.

Una gota de sudor empezó a traicionar mi esfuerzo. Muy lentamente, agarré una de las cartas y la coloqué frente a la suya.

Era un  tres de oro.

Volvió a soltar una carcajada.

-Que milagro no, los  cuatro tres empardando en una sola mano….le dije en un hilo de voz

- Milagro? Los milagros no existen, corderito…… y jugó el ancho de bastos.

Me quedé helado, era imposible….bajé en silencio mi carta y cerré los ojos esperando que incumpla su palabra.

- La puta que te parioooo… bramó y temblaron las paredes. Ya se te va a terminar esta suerte… un día, El no va a estar y te voy a llevar donde merecés, dijo mientras miraba con odio detrás mío.

¡Te lo aseguro!

Sentí un movimiento que no pude distinguir, el golpe de mi cabeza contra la mesa me despertó.

Delante mío, el as de espadas aún relucía, detrás de mí, una sonrisa imperceptible disfrutaba otro triunfo.